Almacenamiento de un vino Rías Baixas en casa y consejos para consumirlo

En los últimos tiempos se ha puesto muy de moda disponer en casa de una pequeña bodega donde almacenar nuestros vinos preferidos y donde atesorar algunas de las joyas varietales que han llamado la atención de nuestros paladares. Pues bien, es importante saber cómo almacenarlos en condiciones adecuadas para que, cuando abramos la botella, el vino se encuentre en condiciones óptimas para su consumo y su sabor sea el adecuado.
Hablamos en posts anteriores de la importancia del corcho y cómo su descorche dejaba entrever la calidad del caldo. Para que ese momento sea el idóneo, hoy os enseñamos algunas de las claves para almacenar un Rías Baixas. Como diríamos en Galicia, ni muy frío ni muy caliente, esa es la clave para que un albariño nos sepa a albariño.
Como norma general, y dejando a un lado el tipo de vino, debemos tener en cuenta su grado de alcohol para poder servirlo. A menos alcohol, más baja puede ser su temperatura para degustarlo. En el caso de los vinos de la D.O. Rías Baixas sabemos que alcanzan una graduación alcohólica de entre 12 y 13 grados (dependiendo de si se trata de un Rías Baixas Albariño con 11,3 grados; un Rías Baixas Barrica con 11,5 grados; el resto de blancos con 11 grados o los Rías Baixas Tintos y los Espumosos, ambos con 10 grados) y una acidez de 7 a 9 gramos por litro. Aspectos a tener en cuenta, además de la temperatura a la que se encuentre la botella antes de descorcharla.
Nuestros vinos blancos, jóvenes, frescos, con infinidad de matices, una gran personalidad y fáciles de beber, deben conservarse en cámaras entre 8 y 10 grados. Como decíamos antes, ni muy fríos ni muy calientes, aunque también depende del gusto de consumidor... A mayor temperatura, mayor acidez y viceversa. En el caso de nuestros tintos Rías Baixas (elaborados con variedades de Caíño tinto, Espadeiro, Loureira tinta, Sousón, Mencía, Brancellao y Pedral) podemos guardarlos en unas cámaras especiales que los mantienen de forma idónea a entre 16 y 18 grados para conservar sus matices y entre 12 y 15 si son tintos jóvenes. En estas cámaras no sufren cambios bruscos de temperatura, evitando así el riesgo de que la volatilidad del alcohol llegue a inundar nuestro paladar, lo que dificulta poder percibir sus matices.