En la D.O. Rías Baixas tenemos la gran fortuna de elaborar vinos que deslumbran en todos los mercados y son reconocidos entre los grandes blancos del mundo. La uva Albariño, autóctona de nuestra región y extraordinaria en vinificación, explica buena parte de este fenómeno, pero no solo.
La nuestra es una historia de éxito, es verdad, pero fraguada sobre la unión y la colaboración entre bodegas, cooperativas, viticultores e instituciones en un proyecto común. Un proyecto que en menos de 40 años lo cambió absolutamente todo en la D.O. Rías Baixas. ¿Quieres conocerlo? Disfruta de una nueva entrega de Historias con Denominación de Origen: Evolución.
Marisol Bueno, primera presidenta de la D.O. Rías Baixas
“Nuestro objetivo era que nos conocieran porque con un producto tan distinto, tan diferencial, tan específico y de tanta calidad crecería en los mercados y así fue”
La vitivinicultura en la D.O. Rías Baixas bebe de una tradición milenaria, pero la historia de nuestra Denominación de Origen arrancó en la década de 1980, después de la creación de la Denominación Específica Albariño, un primer intento para agrupar al sector que resultó insuficiente.
Marisol Bueno, impulsora y primera presidenta de la D.O. Rías Baixas, explica que la legislación no permitía que las denominaciones de origen protegida llevasen el nombre de una variedad de uva y cómo hubo que hacerlo “todo desde cero”. “Hubo que hacer un nuevo reglamento, buscar un nuevo nombre para esa Denominación que iba a englobar todas las subzonas, crear un registro de viticultores que no existía… Absolutamente todo”
Y así fue como el equipo fundador integrado por pequeños bodegueros y viticultores comenzaron desde abajo a crear una Denominación de Origen Protegida a la que dieron su actual denominación: Rías Baixas.
“Nuestro objetivo era que nos conocieran porque con un producto tan distinto, tan diferencial, tan específico y de tanta calidad crecería en los mercados y así fue”.
Xavier Zas, Gerente de Condes de Albarei
“Era difícil imaginar que la D.O. Rías Baixas iba a tener el crecimiento y la expansión que tuvo en estas décadas de existencia».
El movimiento cooperativo estuvo en la base del éxito de la D.O. Rías Baixas, según Xavier Zas, gerente de Condes de Albarei, que pronto hizo piña con las bodegas y el resto del sector para apostar por “la calidad, la internacionalización y la profesionalización de sus estructuras”.
Los viticultores, al igual que ahora, eran pequeños productores que ejercen su actividad económica a tiempo parcial, un rasgo que tiene mucho que ver con el minifundismo extremo que nos caracteriza.
“Era difícil imaginar que la D.O. Rías Baixas iba a tener el crecimiento y la expansión que tuvo en estas décadas de existencia. Realmente el impacto económico que tiene hoy en día era difícil de prever”.
Los primeros pasos de nuestra Denominación pasaron por ese “hacerlo todo” que supuso elaborar el Reglamento y el Pliego de Condiciones de la D.O. Rías Baixas y puso las bases de la autoexigencia que bodegas y viticultores se impusieron para elaborar los mejores vinos posibles.
Ramón Huidobro, Secretario del Consejo Regulador de la D.O. Rías Baixas
“Todos éramos conscientes de que teníamos un producto de una calidad extraordinaria, pero que había que hacerlo explotar”.
Sobre todo ello empezó la senda de esa expansión. Como rememora Ramón Huidobro, Secretario del Consejo Regulador de la D.O. Rías Baixas desde 2002.
“Teníamos los mimbres para construir un proyecto precioso y teníamos todo el mercado por hacer, con lo cual solo era cuestión de arremangarse y hacer las maletas”. Un gran resumen de lo que fueron aquellos años de promoción intensa.
Y es que el Albariño aún era una variedad de uva autóctona y desconocida fuera de las Rías Baixas, que todavía nadie ubicaba en el mapa, pero nuestras bodegas y viticultores tuvieron claro que solo quedaba apostar por una certificación de calidad rigurosa y constatable que avalase a los vinos Rías Baixas como vinos de una gran calidad en la salida al exterior.
La apuesta funcionó y tanto los expertos como los consumidores gallegos y algunos españoles más avezados empezaron a reconocer y recomendar nuestros vinos a lo largo de la década de los 90, pero el grueso de la expansión, especialmente en el ámbito internacional, estaba por desarrollar.
Uno de los momentos de inflexión de aquella etapa fue para Ramón Huidobro, la boda de los entonces príncipes Don Felipe y Doña Letizia en 2004, cuando el Consejo Regulador acordó enviar una carta a la Casa Real para ofrecerse a colaborar.
“Fue una publicidad gratuita, evidentemente que lo único que tuvimos que hacer fue aportar el vino, en aquel momento 700 botellas para la boda”, explica. Un evento que generó una gran curiosidad por los vinos de nuestra D.O.
Otro de los grandes secretos de esa expansión nacional e internacional fue hacerla en equilibrio con los ritmos de producción y con la calidad como bandera, manteniendo la unión de todos los implicados.
Juan Gil de Araújo, gerente y copropietario de Palacio de Fefiñanes
“Yo creo que la cohesión es un factor que diferencia a la D.O. Rías Baixas de otros sectores”
Una cohesión que destaca como algo diferencial de nuestra Denominación el gerente y copropietario de Bodegas del Palacio de Fefiñanes, Juan Gil de Araújo, presidente del Consejo Regulador entre 2011 y 2023 y testigo de muchas decisiones votadas por unanimidad.
En su mandato afrontó grandes retos, como la recuperación de la crisis del 2008 y el Covid-19.
“Las bodegas estaban llenas hasta los topes y venía una cosecha nueva, la de 2012 y había que ponerse las pilas… -recuerda- hubo que esforzarse mucho en la exportación, pero el sector se puso las pilas y el reto fue vencido».
Y es que sí, la nuestra es una historia de éxito, pero también de grandes retos superados, como cuando la pandemia paralizó el mundo.
Mantener el trabajo en las bodegas y el control en la elaboración del vino y a la vez, para muchas de ellas, estrenarse en la venta online tuvo su premio: “Nuestra enorme sorpresa fue que a la salida de la pandemia la demanda se disparó y eso nos puso en un brete en cuanto a capacidad de venta porque ya no teníamos más vino para vender”, apostilla Gil de Araújo.