La Historia de la Denominación de Origen Rías Baixas no se explicaría sin su apuesta por las variedades de uva autóctonas y el respeto a una tradición vitivinícola singular que la ha hecho única
La uva Albariño, es una variedad autóctona y única de la provincia de Pontevedra, y aunque hoy en día existan vinos Albariños elaborados en diferentes países y latitudes, la investigación de la Misión Biolóxica de Galicia que la puso en el mapa de las variedades de uva apenas tiene 40 años. Tras ella, vinieron las investigaciones para identificar todas las demás variedades exclusivamente autóctonas con las que elaboramos nuestros vinos. Es junto con nuestro territorio, nuestro paisaje, nuestro método de producción, nuestros vinos y la viticultura tradicional heredada de nuestros antepasados lo que nos define como D.O. Rías Baixas. Descúbrelo todo en un nuevo episodio de Historias con Denominación de Origen: Origen
Misión Biolóxica de Galicia (CSIC): El aval de la ciencia a una tradición milenaria
Corrían los años 80 cuando Carmen Martínez Rodríguez, actual jefa del grupo de investigación de Viticultura, Olivo y Rosa de la Misión Biolóxica de Galicia, buscaba mejorar la multiplicación in vitro de la planta de Albariño cuando descubrió que la variedad no estaba documentada ni descrita agrónoma o botánicamente y empezó un arduo trabajo de identificación incluso con análisis de ADN de las entonces escasas cepas que existían diseminadas por toda Galicia.
“El hallazgo clave fue en una visita que realicé al Banco Mundial de Variedades de Vid en Francia. Allí pude comprobar que lo que tenían bajo el nombre de Albariño no correspondía en absoluto a las plantas que yo llevaba ya varios años investigando aquí, a ejemplares centenarios de Albariño de toda Galicia”
Así empezó el estudio de esta sección que el Centro Superior de Investigaciones Científicas tiene en Pontevedra desarrolló durante años para demostrar que el Albariño era una variedad autóctona, única y totalmente distinta a todas las que existían hasta entonces.
Pero tras la identificación de nuestra variedad reina, que 40 años después de su hallazgo es conocida en todo el mundo y, se cultiva ya en los 5 continentes, vinieron todas las demás variedades blancas y tintas que se describieron, documentaron y sirvieron de base para la enorme expansión del Rías Baixas Albariño y de nuestra Denominación de Origen. Un trabajo que hace que Carmen Martínez se sienta “un poco la madre científica del Albariño”.
Viña Moraima, la cooperativa que resucitó la uva Ratiño
Viña Moraima es una pequeña cooperativa asentada en Barro, en el Alto Salnés, como dice uno de sus socios fundadores, Roberto Rivas, que vio la luz en 2006, fruto de la unión de un pequeño grupo de viticultores y personas vinculadas al sector, con el objetivo común de continuar con la viticultura tradicional que le traspasaron sus antepasados. Por eso además de Rías Baixas Albariño decidieron vinificar Caíño Tinto, la variedad “estrella” de esta zona antes de la expansión de los vinos blancos y que en ese momento estaba a punto de desaparecer. Y lograron el reconocimiento de sus antepasados.
“Lo hicisteis, pusisteis el Caíño donde realmente debería estar”, rememora Roberto Rivas.
La auténtica revolución de Moraima se acaba de concretar este verano, cuando la Xunta aprobó la modificación del Pliego de Condiciones de nuestra Denominación, en la que se incluye dentro de las variedades blancas permitidas para vinificar la Ratiño galega. Una variedad muy minoritaria de que la solo quedan algunas parras aisladas en Barro y Cambados. Concluyeron así años de investigación de la Misión Biolóxica de Galicia, de vinificaciones experimentales y trámites promovidos por Moraima para conseguirlo
“El proyecto de recuperar la variedad de uva Ratiño fue casi una locura y casi una suerte. Me dije; Guau, tenemos una variedad única en el mundo… pero es muy muy minoritaria”
Cooperativa Vitivinícola Arousana (Paco&Lola) y el éxito de respetar la viticultura tradicional
Los vinos de Paco&Lola son producto del trabajo de 480 viticultores socios de la Cooperativa Vitivinícola Arousana, la más numerosa de la D.O. Rías Baixas, en 2.000 parcelas diferentes. Una labor asentada sobre una tradición en el cuidado de las viñas y de su entorno que ha pasado de generación en generación y se mantiene hoy en día.
“La conservación de suelos, el manejo cultural del viñedo del método tradicional de producción va a favorecer la resiliencia de la viña ante nuevas situaciones, como el cambio climático”.
Diego García, responsable de viticultura de la bodega de Meaño reconoce que el mimo que los viticultores ponen en su trabajo, en armonía con el entorno natural, y la variabilidad de parcelas con diferentes suelos, orientaciones, altitudes, etc. permiten elaborar diferentes vinos Rías Baixas muy aromáticos, muy apreciados por los consumidores, con mucha capacidad de guarda, los matices de la acidez y la influencia del Atlántico que tanto caracteriza a los vinos del Val do Salnés.
Para García, la mejor prueba de que en la D.O. Rías Baixas se hicieron y se están haciendo las cosas bien es cómo el mantenimiento de la tradición y la valorización del propio territorio es compatible con la expansión que ha alcanzado el cultivo de la variedad Albariño en todo el mundo.
Evega y el poder del origen como hecho diferencial
En el centro de Ribadumia la Estación de Viticultura de Galicia (Evega), el bodeguero y enólogo Juan Carlos Vázquez Abal, da cuenta de cómo el clima, los suelos de origen granítico, con terrenos arenosos ligeramente ácidos, el clima atlántico de temperaturas suaves marca la diferencia de la D.O. Rías Baixas respecto a otras Denominaciones de Origen y permite obtener unos vinos “fragantes, intensos y sutiles”.
Una región vitivinícola donde el respeto a la tradición se conjuga con la más avanzada tecnología de la agricultura de precisión y la investigación del Evega para la mejora de los cultivos, la selección clonal de las variedades tradicionales y autóctonas, la sanidad vegetal, la gestión de plagas, la elaboración de vinos o los sistemas de conducción más adaptados a la viticultura atlántica.
“Estas variedades más vigorosas tienen pámpanos y un desarrollo vegetativo elevado y entonces la parra permite expresarse muy bien a la variedad, le da expansión. El emparrado sigue siendo un sistema de conducción con futuro, porque permite obtener unos buenos rendimientos de cosecha y de calidad de la de la uva”
Un futuro que seguirá asentado sobre la tradición y la innovación, la diversidad de terroirs, de subzonas, de diferentes tamaños de parcelas y de diferentes elaboraciones de vinos, basados en variedades de uva tradicionales y autóctonas de la más alta calidad, “un éxito desde el principio”.