En viticultura, invierno es sinónimo de poda. Las bodegas se afanan en cuidar los viñedos para garantizar que las plantas cuenten en el futuro con los frutos de mayor calidad. Pero, ¿en qué consisten las labores de poda en la Denominación de Origen Rías Baixas? A continuación, te lo explicamos. El período de poda comienza en el momento en que caen las hojas del viñedo, normalmente a mediados de diciembre, hasta el instante en que empiezan a salir los primeros brotes, entre finales de febrero y principios de marzo. Es en esta época cuando los profesionales de las bodegas y viticultores de la Denominación de Origen Rías Baixas inician los trabajos de reducción de la parte vegetativa de la cepa. Uno de los principales objetivos de esta tarea, tal y como indica uno de los técnicos de campo de una bodega, Joaquín Martínez, es “buscar un equilibrio en la planta entre la capacidad que tiene de crecer y la de producir. En el caso de los emparrados de la Denominación de Origen Rías Baixas, estamos ajustando la poda en torno a entre 50.000 y 70.000 yemas por hectárea, que en un viñedo adulto y equilibrado, es el rango de yemas recomendable para alcanzar una cosecha de entre 8.000 y 10.000 kilos. Para ello, buscamos disponer las yemas en el espacio del modo más separado posible para conseguir ese equilibrio en su fase de producción”. Con la poda también se busca “desvigorizar la vid. La cepa es una planta trepadora y con estas tareas le damos forma y estructura para que se adapte a la superficie que queremos cultivar. Además, las yemas más fértiles son las que dejamos para que tenga un buen equilibrio entre cantidad de hoja y fruto. Desde un punto de vista sanitario, la poda facilita el cultivo y también previene posibles enfermedades de la madera”, indica Martínez. Por ello, resulta especialmente interesante calcular bien el tiempo de poda en zonas con riesgo de heladas, adelantando o atrasando la brotación en función de los intereses.
El tradicional sistema de emparrado que caracteriza a la Denominación de Origen Rías Baixas obliga a que las labores de poda se desarrollen de modo manual. Así, el primer paso de esta tarea, la más profesional y para la que se utiliza una tijera de dos manos, se denomina marcado. Este comprende la eliminación de las ramas secundarias, dejando únicamente las conocidas como varas de fructificación, que son las más próximas al tronco de la vid. Lo más recomendable es, en palabras de este técnico de campo, “dejar una vara de producción de unas 8 yemas, que serán las que nos garanticen la cosecha de este año”. En estos primeros cortes se dejarían aquellas ramificaciones que servirán para diseñar una estructura y distribución ordenada de la vid durante su etapa de crecimiento.
La segunda fase de la poda comprende el bajado de la madera. Esta tarea, la más laboriosa, consiste retirar las ramificaciones cortadas, dejando solo las varas de fructificación. “Aprovechamos esta tarea para limpiar de nietos y de yemas dobles estas varas, algo que se realiza con una tijera de mano”, explica. Finalizadas las dos anteriores tareas, se deberá completar el tercer y último paso: el atado. Antiguamente, este proceso se llevaba a cabo con mimbre, un material que todavía utiliza parte de las bodegas de la Denominación de Origen Rías Baixas. No obstante, y dado el incremento de la superficie de plantación de viñedos, se usan máquinas eléctricas que colocan unas tiras de alambre recubiertas por un plástico biodegradable (muy parecido al que se usa para cerrar los envases de pan de molde), que tiene una duración de entre 3 y 9 meses y que no deja restos.
El objetivo del atado es disponer en el espacio las varas de producción de modo que queden separadas y ordenadas. “Esto favorece tanto la ventilación como la correcta iluminación de los brotes y racimos, al tiempo que protegemos la viña de posibles roturas en caso de temporales y fuertes vientos”, indica Joaquín Martínez. Todos estos cuidados contribuyen a obtener una uva de la máxima calidad para la siguiente cosecha. Y para ello siempre hay que seguir una serie de buenas prácticas que garanticen el correcto desarrollo de la vid.