Por nuestras bodegas pasan cada año cientos de miles de botellas de vidrio en la que envasamos nuestros espectaculares vinos D.O. Rías Baixas. Para nosotros y quizás también para ti 😉, son un objeto mundano, que sin embargo intentamos mejorar, aligerar y vestir lo mejor posible para llegar hasta ti. Sí, el envase es un elemento más, y muy importante, del marketing del vino, pero ha sido fruto de una enorme evolución en la que todo, absolutamente cada una de sus partes, tiene un por qué. ¡Descúbrelo!
Odres y ánforas, también en Rías Baixas
Los primeros envases que se utilizaron para el almacenamiento y transporte del vino en Mesopotamia, pero también en Grecia y Roma, fueron los odres, elaborados con piel de animales. Este primer envase, probable inspiración de las botas de vino que aún hoy perviven, fue desplazado por las ánforas, que se usaron durante varios siglos.
De arcilla, dotadas de dos asas, las ánforas permitían transportar el vino –pero también aceites y otros alimentos- en un envase lo suficientemente grande y apilable horizontalmente para su traslado por tierra y mar. Su existencia está documentada desde el siglo XV antes de Cristo, en la zona que actualmente ocupan Siria y Líbano, aunque pronto fueron adoptadas por los fenicios, griegos y romanos. El imperio romano generalizó su uso a partir del siglo I a. C. para transportar vino, aceites, cereales y hasta salazones gallegos desde España y Portugal a Roma.
El comercio vinícola existía en Galicia desde el siglo V a. C. y dejó numerosos restos como ánforas, dolias de almacenaje de vino y fragmentos hallados en nuestro territorio, sumergidos cerca de la isla de Cortegada o en yacimientos celtas y romanos de Vigo, Ribadumia y Santa Trega, entre otros. Algunos de estos restos se conservan en el Museo Etnográfico y del Vino de Cambados.
Y llegó la barrica para cambiar el mundo del vino
Pero las ánforas y dolias tenían grandes hándicaps: Su transporte era muy pesado y exigía cargas y descargas, las ánforas se rompían y, además, el vino se oxidaba y se estropeaba en poco tiempo. Por eso el imperio romano las sustituyó por los barriles de madera en cuanto descubrió sus beneficios para el transporte.
Los celtas ya usaban envases de madera para el transporte de mercancías, y cuando en su expansión los romanos alcanzaron territorios germanos como La Galia, descubrieron los barriles, utilizados entonces para almacenar cerveza. A partir del siglo III d.C. generalizaron su uso, gracias a que además podían desplazarlos rodando y apilarlos sin romperse. Y así, por azar, introdujeron la crianza en la elaboración del vino.
La revolución de la botella de vidrio
La llegada del vidrio fue una revolución para nuestro mundo porque permitía conservar el vino en buen estado sin interferir en su sabor. Pero la concepción de la botella de vino como hoy la conocemos precisó de un desarrollo tecnológico extraordinario.
En realidad, el vidrio era un material ya utilizado en Egipto y otras civilizaciones entre 4.000 y 3.000 años antes de Cristo, pero empezó a expandirse en Europa a partir del siglo XIII d.C., a raíz del desarrollo de los artesanos vidrieros de Venecia (Murano) primero, y de Bohemia (República Checa), después. Con un alto precio, las primeras piezas de vidrio eran decorativas o artículos de lujo e hicieron falta diversos avances tecnológicos hasta generalizar su uso para envases, a partir del siglo XVII.
Los innovadores de la industria del vidrio
Y es que las primeras botellas de vino eran de vidrio soplado por artesanos, y, por lo tanto, irregulares, más anchas y redondeadas, con forma de cebolla. La técnica se fue depurando hasta conseguir también botellas de vidrio más grueso y cilíndricas y en 1821 H. Ricketts & co. Glass Works Bristol patentó la primera máquina para elaborar botellas en serie.
Al otro lado del charco, Michael Owens, fundador de la actual O.I (Owens-Illinois) Glass Company, diseñó la primera máquina de fabricación de botellas de vidrio industrial sin soplado artesanal. En 1909 O.I. ya era capaz de fabricar 240 botellas por minuto.
El desarrollo del tapón de corcho se produjo en paralelo, a partir del siglo XVII, aunque su generalización y desarrollo industrial se produjo a partir del siglo XIX. Como ya te contamos en nuestro post sobre el tapón de corcho, su invención como cierre de la botella de vino se atribuye al monje benedictino Dom Pierre Perignon, creador también del vino de Champagne y del método champenoise.
¿Por qué la botella de vino estándar es como la conocemos hoy?
Desde inicios del siglo XX, la botella de vino se estandarizó y adaptó para mejorar su funcionalidad, pero muchas de sus cualidades tienen un origen histórico.
El volumen
Hay varias teorías sobre por qué la botella de vino estándar tiene 75 centilitros, una medida para el vino que se transformó en norma en Europa en 1975 y cuatro años después, en Estados Unidos. La primera de las teorías alude a la capacidad pulmonar que los sopladores de vidrio tenían para dar forma a una botella de un solo soplido. La segunda, que fue un estándar para el comercio del vino basado en la medida anglosajona del galón, equivalente a 6 botellas de 75 cl. Existe una tercera que atribuye el volumen de las botellas a que su equivalente en vasos (6 de 125 ml), era la medida óptima para estandarizar el servicio y comercio de vino.
El gollete o anillo que rodea la boca de la botella
Ese engrosamiento que actualmente se utiliza para apoyar el sacacorchos de sumiller al abrir la botella tiene su origen en 1662, cuando el cortesano británico Sir K. Digby inventó la primera botella cilíndrica. Este envase se cerraba con tapones de vidrio ajustados con una cuerda alrededor de su cuello y el gollete actual servía de tope para sujetarla.
El hueco de la base o picada
El origen del hueco cóncavo en la base de las botellas está, según todos los estudios, en las botellas artesanales de vidrio soplado, que así se hacían más estables al apoyo y compensaban las imperfecciones de un trabajo artesanal. Actualmente ese hueco se conserva para mejorar la resistencia de las botellas a la fuerte presión del vino envasado, que es todavía mayor en el caso de los espumosos, de entre 3,5 y 6 atmósferas. Este hueco facilita el agarre de la botella durante el servicio, introduciendo el pulgar en él y agarrando el pie con los otros cuatro dedos.
El borde estriado de la base de la botella
Si le das la vuelta a cualquier envase o botella de vidrio, incluida la de vino, descubrirás un anillo estriado de la base. El creador de este sistema es de nuevo Michael Owens, quien en 1949 redujo y reforzó la superficie de contacto de las botellas recién salidas del horno a más de 1.000 grados de temperatura, que a menudo estallaban cuando eran depositadas sobre una superficie a temperatura ambiente. Junto con el anillo, decidió elevar la temperatura de las cintas transportadoras, tal y como contó en su día Fabricando y más recientemente, nuestras amigas de Lacrima terrae.
La botella mágnum
El origen de la botella mágnum, con capacidad para 1,5 litros y el doble de la estándar, parece estar en los primeros envases, más grandes que ya se utilizaban en el imperio romano. Su generalización en España es reciente, de hace sólo unas décadas, frente a una tradición extendida en Francia. Las botellas mágnum son ideales para grupos grandes y un regalo espléndido, pero sobre todo son las mejores para conservar un vino de colección, para guardar en botella durante unos 10 años.
No es la única botella mayor que la estándar; las hay hasta de 15 y 30 litros como ediciones especiales, pero eso mejor te lo contamos en otro post. 😉