Buscando el sabor del albariño de antaño, decidimos recuperar los métodos que nuestros abuelos utilizaban para la vinificación y que ahora son nuestras señas de identidad. Una poda que busca la calidad del racimo y no cantidad; el cuidado constante del viñedo; la recogida selectiva de la uva, sólo cuando está madura y tienen el grado de alcohol óptimo; La maceración a temperatura ambiente; la fermentación alcohólica y maloláctica sin levaduras añadidas y el reposo sobre lías hasta el embotellado. El resultado es un vino dorado con toques verdosos con menos acidez de lo habitual en los modernos albariños y sulfito en baja cantidad.