Dicen los enólogos que la calidad del vino tiene su génesis en el campo, en el terreno donde se planta cada viña y no sólo en el trabajo que desempeñan las bodegas. Por eso en las últimas décadas la labor y el cuidado de los viñedos han resultado fundamentales. Y en el caso de la D.O. Rías Baixas, cuya orografía es casi por excelencia tierra de minifundio, el mimo a la vid es minucioso y extremo. Quizás sea ese mimo por mantener el cuidado vinícola lo que hace que el albariño destile ese gusto tan personal. Prueba de ello es que se exporta tanto a nivel nacional como internacional a países como EE UU, Australia o Nueva Zelanda. Zonas que, paradójicamente, han comenzado a plantar viñedos con la variedad albariño. Pero, ¿qué circunstancias deben darse para cultivar este tipo de vid y uva? Hablábamos en otro post sobre las peculiaridades climáticas de las Rías Baixas gallegas y esto mucho tiene que ver con la plantación, el cultivo y la maduración tanto de la vid como de la propia uva. El clima atlántico de suaves temperaturas, abundantes lluvias y los niveles de humedad motivan que la plantación de la vid sea en invierno cuando descansa la tierra. Las vides de albariño suelen vivir bastantes años y su crecimiento es rápido, por lo que se recomienda ir atando los brotes nuevos para que no se enreden ni se partan las ramas, sin olvidar podar cuando se haya caído la hoja. Sobre este tema los agrónomos suelen recomendar podar fuerte para que tenga menos hojas y más uvas. Y aconsejan hacerlo con mucho frío y la luna en cuarto menguante, haciendo un corte plano sobre un nudo, nunca entre dos.
En cuanto a la forma de ordenar las vides, la más abundante es el emparrado, ya que es el sistema tradicional y que más abunda en Rías Baixas, de dos metros de altura, con baja densidad de plantación. En los últimos tiempos ha comenzado a implantarse también el sistema de espaldera, cuya diferencia principal frente al emparrado es que cuenta con un follaje menos denso. Sabemos que si hablamos de vides viejas la producción es menor, sin embargo, su calidad aumenta. Si a esto le sumamos las pequeñas parcelas de albariño, la previsión hace que se jubilen las más antiguas plantando injertos más jóvenes que irán sustituyéndolas cuando comiencen a dar las primeras uvas, a partir del cuarto año, renovando así la plantación. Como ves, la plantación y cultivo del albariño es un proceso de cuidado y mimo que cuenta con el control y experiencia del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rías Baixas. ¿Todavía no te lo crees? Piensa en todos los paladares que ha conquistado cada albariño. ¡Algo de razón tendrán al tener tantos fans del Rías Baixas!