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31 de mayo

El corcho y el tapón en el vino

¿Quién no ha descorchado alguna vez una botella y se ha quedado con el corcho en la mano pensando en un alcornoque, en su peculiar forma cilíndrica, en su tacto o en los últimos avances que ha dado la industria del tapón? Una combinación perfecta para que el vino respire dentro de la botella y que el caldo mantenga su sabor intacto. Por eso, tan importante como la calidad de la uva y su mimo en el proceso de cultivo, extracción y producción del vino, es la elección del corcho que sellará y mantendrá el caldo fuera de cualquier exposición y posible alteración externa. Si ahondamos un poco en la historia de este árbol de origen mediterráneo, ya los romanos y los griegos (e incluso los chinos parecían usarlo en el 3000 a.C. en utensilios de pesca) constataron las propiedades del alcornoque, un material aislante capaz de soportar altas temperaturas sin deformarse. En España comenzamos a utilizarlo en la industria del tapón en el año 1760, llegando a producir actualmente el 30% mundial tras Portugal, que produce el 55% del corcho que se consume en el mundo. Como nota histórica, se considera que fue Dom Pierre Perignon el primero en utilizar el corcho en los tapones de botella, allá por el año 1670, con el fin de darle espumosidad a sus vinos y sustituyendo así el tapón de madera envuelto en cáñamo empapado en aceite. Con el paso de los siglos, la industria del corcho ha ido indagando en los beneficios de sus propiedades y virtudes como la ligereza, elasticidad, la resistencia a la humedad y el calor y su compresibilidad y hermetismo.

Formas y medidas de los tapones de vino

Aunque existen tantos modelos de tapón como botellas hay en el mercado, el estándar para vino se caracteriza por su forma cilíndrica de 24 milímetros de diámetro que se coloca en botellas de 18 milímetros. Si hablamos del típico tapón bordelés sus medidas oscilan entre los 49,5 y 54 milímetros de longitud, mientras que el italiano puede ser de 34, 40,5 o 45 milímetros de largo por 26 milímetros de diámetro. Si hablamos de tamaño, podemos también distinguir entre los corchos cortos y largos. En este caso, los largos son utilizados principalmente para vinos de reserva y grandes reservas y suelen ser enteros, sin aglomerar y bien pulidos, lo que permite que el caldo viva entero en la botella, sin pudrirse ni estropearse. Para los vinos con Denominación de Origen y de mesa se utilizan corchos cortos cuya diferencia básica es la facilidad de extracción de los cortos mientras que los largos necesitan de un buen sacacorchos para sacarlo sin romper, al estar hecho con corcho aglomerado. Material biodegradable pero con fecha de sustitución. Debemos recordar que el corcho, a pesar de ser un material natural, biodegradable y renovable, no es eterno, por lo que es aconsejable sustituirlo cada 15 o 25 años, dependiendo del tipo de vino. ¿Tienes la botella en la mano a punto de descorchar? Cuando lo saques fíjate en él porque te dirá si el vino está en las condiciones óptimas para su consumo. Una pista, ¿huele a corcho al abrirla? Quizás la botella no se ha conservado adecuadamente… En próximos posts os desvelaremos los secretos de un buen corcho y cómo saber descorchar ¡No te lo pierdas!